Qué no es la Masonería
La Masonería no es una institución religiosa y, en virtud de su naturaleza universal y su vocación inclusiva, respeta profundamente las creencias individuales de cada ser humano. Lejos de criticar o cuestionar negativamente las confesiones religiosas de sus adeptos o de la humanidad en general, fomenta un ambiente de convivencia armónica, en el que las diferencias en materia de fe no son obstáculos, sino puntos de encuentro para el diálogo y el aprendizaje mutuo.
Uno de los principios fundamentales de la Masonería es la defensa de la libertad religiosa como un derecho humano inalienable. Esta libertad, entendida como parte esencial del libre desarrollo de la personalidad, permite a cada individuo explorar y practicar su espiritualidad según sus propias convicciones, sin coerción ni imposiciones externas. Sin embargo, la Masonería mantiene una postura firme frente a los extremismos religiosos que, bajo el amparo del dogmatismo, atentan contra la libertad y el progreso del ser humano. En este sentido, rechaza cualquier forma de fanatismo que limite el pensamiento crítico, fomente divisiones o perpetúe injusticias.
Por otro lado, la Masonería tampoco es una organización política ni persigue la promoción de agendas relacionadas con el poder temporal o político. Su misión trasciende los intereses partidistas, y bajo ninguna circunstancia se inmiscuye en la orientación política de sus miembros. Este principio garantiza que las Logias sean espacios neutros, dedicados exclusivamente al perfeccionamiento personal y al fortalecimiento de los valores éticos y universales.
Sin embargo, la Masonería no es indiferente a los efectos de las estructuras políticas en la vida humana. Su tradición se opone firmemente a todo tipo de gobiernos extremistas, autoritarios o dogmáticos que busquen someter a las poblaciones, privándolas de sus libertades fundamentales. La Masonería condena cualquier sistema que envilezca al ser humano, restringiendo sus derechos laborales, sociales, ideológicos o de movilidad. En esencia, su lucha se centra en la defensa de la libertad humana como fundamento para el progreso individual y colectivo de la humanidad.
En el ámbito político, la Masonería no propone ideologías ni agendas concretas ni secretas, pero promueve una única premisa: todo aquello que beneficie a la humanidad. Este enfoque ético, amplio y profundamente humanista permite a los masones reflexionar sobre las condiciones sociales y actuar, siempre que sea necesario, como guardianes de los derechos humanos y defensores de la justicia.
En síntesis, la Masonería es una institución comprometida con los valores universales de la libertad, la justicia y el progreso. Al mantenerse al margen de las estructuras religiosas y políticas tradicionales, crea un espacio de encuentro y reflexión donde sus miembros, sin importar su fe o ideología, trabajan juntos por el bienestar común. Este enfoque integrador y tolerante hace de la Masonería una fuerza viva en la búsqueda de una humanidad más libre, consciente y solidaria.